El feminismo no es producto del neoliberalismo

Por Carlos Blanco López

Uno de los compromisos fundamentales de todo jefe de Estado que se precie de conducirse guiado por la ley es el de procurar mantener la estabilidad y la cohesión social, para que el funcionamiento de la economía y del ejercicio político brinden las condiciones que se requieren para que el flujo de las inversiones nacionales y extranjeras no se estanquen y se permita la creación de empleos, y los actores políticos y los gobernantes, que detentan el poder puedan seguir conduciendo la nación sin complicados contratiempos.

Esto lo requiere tener presente el presidente López Obrador, máxime que siempre hace gala en su discurso cotidiano de tener un conocimiento profundo de problemática nacional y de la historia de México; de esa historia patria que en el siglo diecinueve vivió colapsada por los múltiples enfrentamientos que se registraron entre los grupos liberales y los conservadores, desde que culmino el movimiento independentista hasta la “paz porfiriana”.

Al entrar en la segunda mitad de su periodo de gobierno se aprecia pertinente que el primer mandatario de un giro de 360 grados en su estilo de gobernar y le apueste a la unidad de todos los mexicanos, haciendo a un lado su postura compulsiva de tratar de fortalecer su liderazgo entre las clases más desposeídas criticando y condenando acremente a los sectores sociales e instituciones autónomas que no se hincan ante sus designios, teniendo presente que la democracia se enriquece y fortalece con la reflexión, la crítica y la participación activa de todos los sectores sociales.

No cesa de descalificar todo cuanto le incomoda, lo mismo se va contra la clase media, que contra los fifís o de plano ataca a la UNAM calificándola de “neoliberal, o considera que el feminismo, los derechos humanos, la protección de la ecología, son temas que prácticamente fueron inventados por el neoliberalismo para enriquecerse de manera descomunal.

Ya varios analistas aclararon con toda oportunidad que sus comentarios, además de inoportunos, de ninguna manera se apegan a la realidad, explicando, por ejemplo, que los derechos humanos comenzaron a ser enarbolados desde que estalló la revolución francesa en 1789,

De acuerdo al articulista de Excélsior, Pascal Beltrán del Río, la Asamblea Nacional Constituyente francesa aprobó la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano en 1789, que estableció que los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos. Esa Declaración inspiró gran número de textos similares en Europa y América, todos los cuales anteceden al surgimiento del neoliberalismo.

En cuanto al feminismo, detalló el periodista, “es imposible no considerar en sus inicios los movimientos que dieron lugar al voto de las mujeres en Australia y Nueva Zelanda a fines del siglo XIX, mismos que se extendieron al Reino Unido y Estados Unidos, a principios del siglo XX. El libro El segundo sexo (1949), de Simone de Beauvoir, dio un impulso definitivo a la lucha de las mujeres por la defensa de sus derechos más allá del sufragio y puso el acento en acabar con la discriminación de género”.

Del ecologismo tampoco es posterior al surgimiento del llamado neoliberalismo. En plena Revolución Industrial, el Parlamento británico aprobó las Leyes Alkali (entre 1863 y 1906) para prohibir la liberación de gases contaminantes. En 1956, como resultado del Great Smog de 1952 —que mató a unas seis mil personas en Londres—, se aprobó la Ley de Aire Limpio.

El jefe del Ejecutivo debe de ser más cuidadoso en sus dichos y poner más atención, incluso en su propia política exterior ya que recientemente más de tres se quedaron anonadados cuando el representante de su gobierno ante la ONU, Juan Ramón de la Fuente, al asumir la presidencia del Consejo de Seguridad de la ONU, señaló que México arriba al cargo con una agenda enfocada en el control de armas y la participación y defensa de los derechos de las mujeres, o sea del feminismo que para el presidente López Obrador es un invento maléfico del neoliberalismo.

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