Como todo presidente de la República, López Obrador, desearía contar con la absoluta lealtad de la autoridad responsable de conducir a la Universidad Nacional Autónoma de México o cuando menos con capacidad de influencia sobre las decisiones del rector Enrique Graue, tal y como acontecía en los mejores años del priismo cuando, por ejemplo, en la década de los setenta, Jesús Reyes Heroles, el secretario de Gobernación del presidente José López Portillo, podía convocar sin mayor problema al Palacio de Covián, tanto al rector Guillermo Soberón, como al dirigente del STUNAM, Evaristo Pérez Arreola, tras de que en junio de 1977 estalló una huelga en las instalaciones universitarias en demanda del reconocimiento del STUNAM y del Contrato Colectivo del Trabajo, para persuadirlos de la importancia de que arribaran a un pronto acuerdo para restablecer el orden en la institución universitaria más importante del país.
En una de esas reuniones, al percatarse Reyes Heroles de que el rector de la UNAM y Pérez Arreola habían caído en un laberinto sin salida, ayunos de alternativas que permitieran la reanudación de labores, un malhumorado secretario de Gobernación, sin respeto por la investidura del rector de la Máxima Casa de Estudios, le espeto tanto a Soberón como a Pérez Arreola, cual si fueran sus peores empleados: “pues ahora esa mierda se la comen ustedes dos”.
¿Cuándo las autoridades universitarias empezaron o lograron mantener distancia del gobierno federal ya fuese priísta, panista o morenista?, es un tema en el que no hay mucha claridad, todavía no hace muchos años en los corrillos de los pasillos universitarios era un secreto a voces que Juan Ramón de la Fuentes contaba con una gran “influencia” en la designación de un nuevo rector, a través de los integrantes incondicionales con los que contaba al interior de la Junta de Gobierno de la institución.
En la era morenista, pese a que el doctor De la Fuente forma parte del gobierno de López Obrador, como representante de México ante la ONU, lo que de alguna manera podría contribuir a que cristalizaran los anhelos del jefe del Ejecutivo de contar con la última palabra en la definición del rumbo de la Universidad, la realidad es que no es así: Enrique Graue fue reelecto en noviembre de 2019, en contra de los intereses del gobierno morenista, como rector de la UNAM, dejando en el camino a los candidatos de Palacio Nacional: Rosaura Ruiz Gutiérrez, o John Ackerman.
El hecho de que a la fecha el presidente López Obrador no haya logrado convertirse en el fiel de la balanza de las decisiones universitarias lo ha motivado a señalar con insistencia que la Máxima Casa de Estudios fue cooptada por el neoliberalismo, con la intención de inducir, entre otros objetivos, efervescencia entre la comunidad universitaria para debilitar al rector Enrique Graue.
Después de los encendidos señalamientos del primer mandatario hubo reducidas muestras de presión por parte de grupúsculos universitarios y en cambio fueron crecientes y mayúsculos las posturas de académicos e investigadores descalificando la embestida verbal del presidente López Obrador.
El gobierno morenista no tardará mucho en volver a descalificar a la UNAM para tratar de penetrar en el ánimo de la comunidad universitaria con la intención de obtener su respaldo tanto, por un lado, en el referéndum por la revocación del mandato de López Obrador, programado para abril del 2022, en donde el principal huésped de Palacio Nacional busca el refrendo popular a su mandato presidencial, como por otro lado, para que los universitarios se vuelquen en las urnas en el 2024 por el candidato presidencial de Morena.
Con esa finalidad el gobierno morenista ya opera de manera intensa en el sistema educativo nacional incrustando a sus cuadros en los cargos directivos de diferentes instituciones escolares, como en las Universidades Tecnológicas de la Subsecretaria de Educación Superior, a cargo de Luciano Concheiro.
Conforme a una investigación elaborada por Nurit Martínez del Sol de México: “Morena premia con rectorías a sus candidatos perdedores”, y explica la periodista que después del proceso electoral de este año, el partido en el poder acomodó en las universidades tecnológicas del país a algunos de sus candidatos que no lograron un cargo popular.
A la ex precandidata a la gubernatura de Morena en Michoacán, Carmina Andrade García Peláez, vinculada al asesor presidencial Lázaro Cárdenas Batel, fue designada como rectora de la Universidad Tecnológica de Morelia; en la Universidad Tecnológica de Huejotzingo, en Puebla, asumió el cargo de rector de la Universidad Tecnológica de esta localidad, Fiacro Luis Torreblanca Coello, candidato suplente del PT a una diputación federal.
También en Puebla, pero en la Universidad Tecnológica de Izúcar de Matamoros, fue nombrado como rector Margarito Barbosa Carrasco, quien era secretario general interino del sindicato de Trabajadores de esta institución; en la Universidad Tecnológica de Bahía de Banderas, en Nayart, fue designada como rectora la ex diputada federal y candidata por Morena a la alcaldía de ese municipio, Carmina Yadira Regalado Mardueño; en la Universidad Tecnológica de Tlaxcala quedó como rector Marco Antonio Castillo Hernández, fundador de Morena en la entidad.
Por su lado, el gobierno morenista de Sonora designó a los nuevos titulares de las Tecnológicas en Hermosillo, Nogales, Etchojoa y Guaymas. Entre ellos destaca José Félix Gómez Anduro, aspirante de Morena al municipio de Etchojoa en 2020. En Guerrero fue designada como rectora de la Universidad Tecnológica de la Región Norte, la jueza Leodegaria Sánchez, que se desempeñó como juzgadora en Iguala en denuncias electorales.
De acuerdo a la estudiosa Alma Maldonado, del Departamento de Investigaciones Educativas del Centro de Investigación y Estudios Avanzados del IPN, entrevistada por la periodista Nurit Martínez, lo que se requiere es fortalecer a las universidades tecnológicas “que se pongan candados para que no llegue un gobernador y entonces se cambie a los rectores. En la medida en que las instituciones se hagan fuertes podríamos evitar este tipo de componendas políticas que no ayudan a nadie. Ahorita es Morena, pero antes (fue) el PRI y previo fue el PAN”.
Observando desde otro ángulo este problema da la impresión, parafraseando al politólogo Alfonso Zárate, que los partidos políticos buscan convertir a las instituciones de educación superior en escuelas formadoras de cuadros, cuando lo que México demanda de manera urgente es que de las instituciones de educación superior egresen cuadros que con sus saberes contribuyan al progreso de la nación.